Todo ayudó a que esa madrugada, cuando casi se cantaban las seis, el café esperara abandonado en una mesa de la hostería. En tanto, incorpórea, me dejé querer por la brisa, la soledad y el mar que se mecía sólo para que disfrutara de algunos instantes únicos antes de todo comenzara a ser recuerdo.
Y era Pinamar.
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